sábado, diciembre 31, 2005

El verdadero Extranjero

En octubre, nos contactamos con el Consulado de Albania en Argentina. Nos interesaba trabajar puntualmente con el actor que tiene a su cargo el rol del Extranjero (Mariano Speratti) algunas cuestiones que vinculadas al idioma y a la cultura albanesa. En este punto debería aclararles que, en la obra, el Extranjero que llega a esta nueva comunidad procede de Albania.

El albanés es un idioma muy particular. Proviene del latín, como el castellano. Pero sin embargo, en cuanto les escriba algunas palabras en albanés, van a darse cuenta que no tiene ni punto de comparación con nuestro idioma. Es otro mundo. Otra historia completamente diferente. Es un idioma de mezcla, como la mismísima Albania, país de tradiciones contrapuestas. Mixtura que resuelve las contradicciones internas, a punto de ebullición. Pero no me las voy a dar de experto de Albania. Es sólo una impresión mía esto que escribí, nada más. Algo que pude deducir de mis encuentros con Menelao.

Pero volvamos a nuestro relato de cómo fue que dimos con Menelao, actor albanés radicado en Argentina.

Leonel, el otro asistente de dirección, habló con el Consulado y esta fue la respuesta que obtuvo: “Me dijeron que podíamos contactarnos con un actor albanés-argentino que se llama Minelao Borova, que forma parte del grupo de teatro El cobertizo. El tema es que no me pasaron ningún número de teléfono. Me dijeron que lo podíamos encontrar porque trabaja con su familia en un kiosco-almacén chico que queda sobre la calle México a la altura de Sáenz Peña (frente al ex-restaurant Undici).

La cosa es que luego Mariano logró contactarse con la esposa de Minelao (o Menelao). Pero resulta que ahora se había mudado de kiosco. Mariano se acercó al nuevo lugar de trabajo de Menelao y nos cuenta: “conseguí un dato de primera mano sobre Menelao. El kiosco en el que está ahora con su familia (todos albaneses) está frente al teatro Calibán. Eso es muy cerca de casa, así que si no arreglamos algo antes quizás pueda acercarme a charlar con él o ver cuándo se lo encuentra, aunque por lo que parece medio que está full time ahí”.

Mariano logró hablar con él y después fuimos a verlo en un par de oportunidades. La primera, en el bar que está a la vuelta de su kiosco. La segunda, en el kiosco mismo, dentro de su horario de trabajo.

Nos encontramos con una persona de una calidez humana extraordinaria, que tiene una historia de vida riquísima y, al mismo tiempo, muy dolorosa.

En estos primeros días de enero debo volver a encontrarme con él. Prometí pasarle el texto de la obra, que he cargado en este blog.

Abajo reproduzco algunas declaraciones que nos hizo sobre su país y su vida, tal como yo las recuerdo.

1.

“En Albania” -nos dijo Menelao - “lo peor que le puede pasar a un hombre no es que se le mueran sus hijos, sino que, cuando sus amigos del alma van a su casa, él no tenga nada para alimentarlos. Eso es más duro para un albanés que la muerte de un hijo suyo. Para un albanés del norte, eso sí. Para los del sur es otro cantar. Otra cosa. Nada similar...” Al respecto, Menelao es categórico. No pone las manos en el fuego por los albaneses del sur. Para nada. Él es un albanés del norte, por supuesto. Es de los que no toleran que un amigo del alma pase hambre. “Mis amigos tienen hambre y yo no tengo nada con qué alimentarlos. Ésa es la peor vergüenza que yo puedo pasar. La peor vergüenza y el peor sufrimiento” -nos dijo.

2.

También nos dijo: “cuando yo quiero a alguien, lo quiero para siempre”.

Y después comentó: “yo estoy acá, ahora, hablando con ustedes, y no estoy pensando en las cuentas que tengo que pagar, en que no llego a fin de mes, y eso, este momento, es lo mejor que me puede pasar. Esto es lo mejor de la vida. Compartir. Hablar con otros seres humanos. Compartir experiencias, vivencias... No hay nada como eso. Como esto. Esta conversación entre nosotros tres. Es lo máximo...”

En otro momento de la charla, señaló: “Nosotros los humanos necesitamos sentir, tocar, necesitamos oler. Necesitamos saber si estamos sentados o parados. Necesitamos mirarnos. Reconocernos. Saber quién es el otro. Quién soy yo. Qué hago. Por qué hago lo que hago”.

3.

También nos dijo: “Con los años se me fueron cayendo varios dientes. La última vez que estuve en Albania, actuando, me dijeron: ´no puede ser que un gran actor como usted no tenga dientes: Si se queda acá, con nosotros, le agregamos los dientes que le faltan. Por la plata usted no se preocupe. Se lo hacemos totalmente gratis`. Yo les pregunté cuánto tiempo me tenía que quedar para que me terminaran el arreglo. Me dijeron que necesitaban un mes como mínimo. Como extrañaba a mi familia, no quise quedarme tanto. Les dije que no. Me volví a la Argentina, sin dientes, como antes. Como siempre”. Menelao estuvo por último vez en Albania cuando fue, (junto al director y uno de los dueños de la sala El camarín de las musas, Daniel Genoud), a realizar allí funciones de la obra Potestad, de de “Tato” Pavlovsky.

Desde prácticamente el comienzo de nuestro segundo encuentro, (que se llevó a cabo en su kiosco de México y San José, como mencioné antes), nos convidó con una botella de un Tía María casero que hacía su mujer, también albanesa como él. Su familia, nos dijo, tenía unos viñedos. Él, muy amablemente, se excusó. Nos dijo que no podía tomar alcohol porque estaba trabajando. “El alcohol y el trabajo no se llevan bien. No van bien juntos”, afirmó.

El Tía María estaba riquísimo. Tenía ese sabor extraordinario que sólo pueden tener las cosas que fueron hechas en forma casera. En un momento dado, vino un cliente al kiosco y le convidó Tía María a él también. Durante toda la charla, nunca dejó de atender su negocio.

Muchas veces se mostró arrepentido de haber emigrado. Muy arrepentido. A veces se emocionaba hasta las lágrimas. Aunque lograba contenerlas. Con mucho esfuerzo, pero lo lograba. En uno de nuestros encuentros, uno de los momentos más emotivos fue cuando nos dijo: “fue un gran error haber emigrado”. Era notorio que lo decía desde un lugar absolutamente sincero y con gran conmoción personal. Nos explicó que se fue de su país en 1993, en un momento caótico, con Albania sumida en una cruenta guerra civil.

Nos contó que al principio, cuando no sabía ni una palabra de castellano, al primer mes de haber venido, ya estaba trabajando limpiando baños. “Cuando vine para acá. Hice muchas cosas para sobrevivir que nunca pensé que iba a llegar a hacer”, nos dijo, con mucho pesar.

Después nos confesó que trabajó durante un tiempo ayudando a un plomero cordobés, que era muy buena gente y lo ayudó mucho, según sus palabras: “Yo, que ni siquiera sabía clavar un clavo, (porque allá de eso se ocupaba siempre mi mamá), terminé haciendo acá trabajos de plomería”.

Nos cuenta que al principio tuvo una profesora de español, que le insistía para que estudiara el idioma. Él le decía: “yo tengo cuarenta y cuatro años. Quiero trabajar. Necesito trabajar. Tengo dos hijos que alimentar. El idioma ya va a venir. Lo que importa ahora es el trabajo”.

Es por eso, nos dice, que su mujer sabe hablar español mejor que él. Mucho mejor. Porque ella se preocupó por aprender el idioma apenas llegó al país. Y es algo claramente verificable. A Menelao le cuesta hablar en castellano. Tiene un tono, una dicción y una forma de pronunciar ciertas palabras marcadamente extranjera. Se le dificulta aún más para escribir. Tiene una novela escrita en albanés que está intentando traducir. Pero, por sus dificultades con el idioma, el proyecto ha quedado trunco, al menos por ahora.

Sus hijos, dice, estudiaron y se recibieron en Argentina. Y por eso le está muy agradecido a este país.

Menelao fue director artístico de un importante teatro estatal en Albania, en la época en que gobernada el viejo Partido Comunista. Viajó. Conoció muchos países como funcionario. Al respecto, nos dijo que no dejáramos de visitar Eslovenia, si alguna vez teníamos la oportunidad de ir. Un país con una población notablemente culta y amante de todas las actividades artísticas, según su opinión.

Menelao añora la época comunista, pese a mostrarse abiertamente crítico con respecto al estalinismo. Confirma que en esa época Albania estaba mucho mejor que ahora, aunque en la última visita a su tierra de origen, (en el 2000), la notó mucho más recuperada. Cuando habla de Argentina, y particularmente de este gobierno, confiesa: “no hay mucho que se pueda hacer. Estos gobiernos son todos burgueses. Gobiernan para ellos y para una elite que es como ellos”.

(En algún momento de la charla, me llamó notoriamente la atención que asumiera una ideología claramente nacionalista. Pero quizás ése sea un problema mío y no tanto de él. Me hincha tremendamente las pelotas el nacionalismo. Me parece una idiotez. Sé que no sirve para nada).

Hay que decir que Menelao es un actor tremendamente reconocido en su país. Participó en alrededor de cincuenta largometrajes en Albania, además de su actividad teatral.

Otra cosa interesante sobre él es que, como su kiosco queda enfrente de la sala y lugar de clases de Norman Briski, es consultado frecuentemente por estudiantes de teatro sobre diversos autores. En un momento, nos contó que un alumno de Briski le pidió referencias sobre la obra de Bertolt Brecht. A Menelao, como era de esperarse, le gusta y le interesa mucho Brecht.

A la hora de hablar de las diferencias entre el teatro y el cine, afirma: “El teatro no va a morir nunca porque es emoción en vivo. No como el cine que es emoción indirecta. Cuando la gente quiere emoción en vivo, va al teatro. Eso sólo lo puede tener ahí y en ningún lugar más”.