Final de Partida
El fin de un ciclo muy bueno.
Pero todo tiene que terminar alguna vez.
Los procesos igualmente nunca terminan. Siguen abiertos. Siempre.
Amén.
de Maximiliano de la Puente. Funciones: viernes a las 21 hs. en el Teatro del Pueblo, Av. Roque Saenz Peña 943. Reservas: 4326-3606.
“Vivir miserablemente en un mundo de abundancia es la peor tortura”.
Un Extranjero proveniente de Albania llega a una comunidad desconocida, en la que nunca ocurre nada, y la da vuelta, la subvierte, la transforma completamente. La desordena. La pone patas para arriba. Sin hacer prácticamente nada. Sin ser nada. Pone en cuestión lo que hasta ese momento era incuestionable. Su sola presencia trastoca y muta el estado de cosas imperante en ese mundo cerrado. Casi como un mecanismo natural, los hombres y las mujeres reaccionan de manera diferente ante la llegada de este nuevo integrante. Por un lado, ellos intuyen en este hombre distinto una amenaza que pone en peligro sus trabajos y mujeres. Mientras que ellas, por su parte, se sienten atraídas por este extranjero que no conoce el idioma y que no logra entenderlas pero al que,
Así las cosas, aquellos conflictos que hasta entonces se encontraban latentes, casi velados, ahora se hallan súbita y brutalmente expuestos. Todo está dado para que se produzca un cambio definitivo en este sistema, pero quizás la comodidad, la seguridad y la costumbre de lo conocido termine imponiéndose.
La tarde, el marco donde transcurre toda la acción, crea un
Yace al caer la tarde no ubica la acción en una época ni en un lugar claramente determinados. Esto permite una universalización del conflicto y una identificación con lo que les sucede a los personajes. Se trata de poner en evidencia lo que ocurre ante la llegada de un otro distinto, de dejar al descubierto nuestros propios prejuicios e ideas muchas veces naturalizadas. Mirar al propio lugar de pertenencia con ojos de extranjero y hacer que lo cotidiano aparezca bajo un prisma extraño, empezar a desconfiar de las apariencias.
Los integrantes de esa comunidad, esos hombres y mujeres que miran pasar el tiempo indolentemente, se comportan con él, (con ese Extranjero), de la misma manera en que se soportan entre ellos mismos. Indecentemente. Cruelmente. Violentamente. Demencialmente. Así se manejan con él. Así, también, llevan adelante sus vidas de todos los días. Con desgano, con desinterés, con apatía. Una existencia inmersa en un encierro asfixiante. Por falta de dinero, sin dudas, pero también por ese no saber qué hacer ni siquiera dolorido, que corroe las vidas de estas personas en los márgenes, restos de una sociedad en estado avanzado de descomposición.
Como no pueden comunicarse con el Extranjero, comienzan a hacer circular una serie de aptitudes y actos puramente imaginados, chismes no del todo gratuitos sobre su persona. El resultado de estos rumores es una agresión violenta e infundada contra el extranjero.
Yace al caer la tarde se constituye a partir de una estructura abierta, en la que si bien se narra claramente una historia, no es necesario que todo se entienda. Una estructura en la que se busca generar una tensión intrínseca a cada escena.
Hay una inercia en la obra. Una dejadez. Una pesadez existencial, espiritual, pero también económica y material, tangible, concreta. Hay miseria en esos seres, en esas personas. Así, de esa manera, ven pasar sus días estos personajes. Envueltos en esa miseria. En ese transcurrir anodino, chato, sin expectativas, en el que el trabajo precario, en el mejor de los casos, está a la orden del día. Eso es todo lo que pueden esperar esos hombres: la changa, el trabajo eventual que los haga salir de su estar anodino. El trabajo precario, para los hombres, la golpiza, la indiferencia, el desamor, para las mujeres. Allí, a esa comunidad, llega ese albanés.
Esa comunidad y ese extranjero pueden ser cualquiera. Actores. Directores. Público. Nadie queda a salvo. Nadie permanece indemne frente a lo que se está narrando. Esos hombres y mujeres que lo esperan, lo lastiman, lo golpean, lo destrozan, somos todos.
Algo terrible nos pasa. Algo horrendo....
La obra, entonces es apenas un humilde intento, un esbozo de dar cuenta de ese horror que nos traspasa. Hoy. Ahora. Ya. En todas partes. Al mismo tiempo.
Este es el texto para el volante de la obra que había ideado yo, inspirándome, de alguna manera, en el texto de Solana. Quiero decir, es como si este texto fuera el negativo del de ella.
Lo escribí para contrapesar, para contrabalancear. Para complementar.
Y es cierto que generó controversia. Porque es un texto injusto, hay que decirlo.
Un texto que nunca debería haber escrito, en algún sentido.
Un texto “expresionista”, decía Leonel. Me gusta eso.
Me gusta.
Aunque quizás sea demasiado benévolo con el texto ese calificativo.
Después de todo, ¿qué culpa tienen los espectadores de que yo me sienta mal con todo?
Ninguna. Toda. Toda y ninguna, claro. Pero sobretodo ninguna.
Y tampoco soy nadie para juzgarlos. Ni siquiera soy alguien para juzgarme a mí mismo.
Y es que eso, entre otras cosas, es lo que me objetaron, con muchísima razón, los asistentes.
¿Por qué lo incluyo, ahora, aquí, en este blog?
Simplemente porque creo que tiene que estar. Porque formó parte del proceso.
Porque me hizo pensar en muchas cosas.
Y porque se los prometí en una entrada anterior.
Y voy a tratar, por esta vez, de cumplir con mis promesas, pidiéndoles disculpas, de antemano, al que pudiera sentirse ofendido por el contenido de este texto.
Pero basta de excusas. Y de prolegómenos. Basta de ser pusilánime. Acá va. Verán que no es para tanto:
“Un hombre, para el caso un Extranjero, llega a una comunidad desconocida y la da vuelta, la invierte, la transforma completamente. La desordena. La pone patas para arriba. Sin hacer prácticamente nada. Sin ser nada.
Pero ellos, los integrantes de esa comunidad, esos hombres y mujeres, se comportan con él, (con ese Extranjero), como se comportan con ellos mismos. Indecentemente. Cruelmente. Violentamente. Demencialmente. Así se manejan con él. Así, también, llevan adelante su vida de todos los días. Con desgano, con desinterés, con apatía.
Así todos se acercan, (nos acercamos), lentamente, a la muerte. La esperan. La esperan sin hacer nada. Sin ser nada. Como él. Ese Extranjero. Que no es nada. Ya lo dijimos.
No queremos decirlo, pero decimos (lo digo): esos hombres y mujeres que lo esperan, lo lastiman, lo golpean, lo destrozan, somos todos. Nuestra sociedad. Nuestra mierda...
Somos mierda. Esta... Este...
Algo terrible nos pasa. Hoy. Ahora. Ya. Algo horrendo....
Y nada más. No hay nada más que decir. Es eso. Eso. Que lo disfruten. El show... Con placer. Amablemente. Ojalá se rían y lloren mucho al verla. Al verlos. Al vernos. Ojalá cambien. Ojalá reflexionen. Ojalá quieran, (queramos), ser distintos de lo que son, (somos).
Ojalá se mueran...
Pronto. Rápido. En seco.
Pero eso sí, con mucho, (pero mucho), sufrimiento...”