sábado, diciembre 31, 2005

Ficha técnica y estreno

Les dejo la ficha técnica de la obra: éste es el equipo que va a estrenar en el Teatro del Pueblo el viernes 24 de febrero a las 21 horas.


Yace al caer la tarde

Dirección: Maximiliano de la Puente

Asistencia de dirección: Solana Landaburu, Leonel Livchits

Diseño Lumínico: Juan Manuel Wathelet

Diseño sonoro: Marcelo Mamany, Ariel Tremari

Vestuario: Carolina Ferraiuolo



Actuación: Lorena Damonte, Germán Da Silva, Débora Dejtiar, Maximiliano de la Puente, Marianela Portillo, Mariano Speratti y Roberto Tomino.

Texto completo

Para el que le interesa, les dejo el texto de la obra completo. Hay que aclarar que, en la puesta, van a verse varios cambios.
El texto fue incluido en un libro publicado en noviembre de 2004, por la editorial del Instituto del Teatro.

Yace al caer la tarde

de Maximiliano de la Puente

“De la sensación de pesar y dolor seremos liberados;

No sentiremos, porque no seremos.

Aunque la tierra en los mares, y los mares en el cielo

estén perdidos,

No nos moveremos, sólo seremos suprimidos”

De Rerum Natura (Lucrecio)

Escena 1: extranjero, rubia.

El extranjero y la rubia caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La rubia camina agarrando del brazo al extranjero. Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío.

Rubia: Es hermoso todo esto, ¿no?

Silencio.

Rubia: Digo... la hora. El clima. La tarde. La siesta.

Silencio. El extranjero la mira.

Rubia: Me encanta estar con vos. Te quiero.

El extranjero comienza a mirarle las tetas fijamente. Sin parpadear.

Rubia: ¿Y a vos? ¿No te gusta estar conmigo?

El extranjero mira cómo las tetas de ella suben y bajan a medida que la rubia respira.

Extranjero (tocándole las tetas a la rubia): Éstas. Gustan. Éstas.

Rubia: ¿Éstas solas te gustan? ¿O también te gustan las de otras?

Extranjero (con las manos en las tetas de la rubia): Éstas. Sí. Gustan.

Rubia: ¿Y las de otras... te gustan?

Extranjero (distraído, sin escuchar a la rubia, absorto en sus tetas): Éstas. Gustan. Gustan mucho. Estas... estas...

Rubia: Tetas.

Extranjero (repitiendo con dificultad): Te-tas.

Rubia: ¿Me vas a llevar a Albania algún día?

Extranjero: Albania. Sí. Linda.

Rubia: Te quiero.

Silencio. El extranjero le sigue mirando las tetas.

Rubia: Te quiero porque vos no sabés hablar. Y eso es lo mejor que me puede pasar.

Silencio.

Escena 2: extranjero, morocha.

El extranjero y la morocha caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La morocha camina agarrando del brazo al extranjero.

Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío.

Morocha: Es hermoso, ¿no?

Silencio.

Morocha: Digo... el día... El clima... La tarde... Este sol... este día...

Silencio. El extranjero la mira.

Morocha: Me encanta estar a tu lado. Te quiero.

El extranjero gira la cabeza y comienza a mirarle el culo fijamente. Sin parpadear.

Morocha: ¿Y a vos te gusta estar conmigo?

Silencio.

Extranjero (tocándole de improviso, pero con firmeza el culo a la morocha): Éste. Gusta. Éste.

Morocha: ¿Y éste solo te gusta? ¿O también te gusta el de otras?

Extranjero: Éste. Gusta. Éste.

Morocha: ¿Y el de otras... no te gusta?

Extranjero: Éste. Gusta. Gusta mucho. Este... este...

Morocha: Culo.

Extranjero (repitiendo con dificultad): Cu-lo.

Silencio.

Morocha: ¿Cuándo me vas a llevar a Albania?

Extranjero: Albania. Sí. Albania linda.

Morocha: Te quiero.

Silencio. El extranjero la mira.

Morocha: Te quiero porque me mirás siempre a los ojos cuando me hablás. Sin pestañear.

Silencio.

Escena 3: rubia, morocha.

Dos mujeres, una rubia y una morocha, caminando en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La morocha le da el brazo a la rubia. La rubia lo acepta. Caminan tomadas del brazo, con lentitud. Llevan vestidos ceñidos, bastante cortos.

Rubia: El mío es muy bueno.

Morocha: El mío también.

Rubia: Cuando me toca me hace sentir cosas.

Morocha: A mí también me toca. Pero lo de las cosas... no sé. No las siento.

Rubia: Me hace regalos.

Morocha: El mío no.

Rubia: Algo. Casi cualquier cosa.

Morocha: Pero no importa igual. Porque siempre se porta muy bien.

Rubia: Lo que sea.

Morocha: Aunque a veces no.

Rubia: Siempre. O mejor dicho: casi siempre.

Morocha: Se porta muy mal. O tiene la intención de portarse muy mal.

Rubia: No quiero. No me gusta cuando hace eso.

Morocha: Me respira fuerte muy cerca de la nuca. Otras veces me mira como si estuviera en celo.

Rubia: Se lo digo todos los días. Pero no me hace caso.

Morocha: Le tengo miedo. Ése es el problema.

Rubia: Sigue haciéndome regalos tontos. Que no me sirven. Ni me interesan.

Morocha: Le tengo tanto miedo porque sé que un día me va a partir un palo por la cabeza.

Rubia: Pero creo que no se da cuenta.

Morocha: Claro. Eso es lo peor. Yo ni siquiera me voy a dar cuenta.

Rubia: Y lo sigue haciendo.

Morocha: Es muy peligroso para nosotros dos todo esto.

Rubia: Me da uno de esos regalos tan feos. Y me mira con una cara. Con una expresión. Como si me tuviera miedo.

Morocha: Y es muy delicado que él me provoque tanto pavor.

Rubia: O peor todavía: me mira como si me tuviera terror. Como si fuera una arpía, una descarada.

Morocha: Creo que voy a tener que alejarme del mío.

Rubia: Como si en cualquier momento yo estuviera a punto de arrancarle el corazón.

Morocha: Poner distancia. Irme lejos. Esperar que las cosas se aclaren. Que su maldad ceda.

Rubia: No sé por qué siente eso. Si yo no doy esa impresión, ¿no?

Morocha: Poner un poco de paños fríos a la cuestión.

Rubia: Soy más bien cálida con el mío. Lo protejo. Lo apoyo. Le doy valor.

Morocha: Frialdad. Mirar todo desde afuera. Como si lo que me pasa no me perteneciera. Como si no tuviera ningún valor.

Rubia: Espero que el mío alguna vez sepa ver todo eso.

Morocha: Algún día se va a dar cuenta de todo lo que nos unió.

Silencio.

Escena 4: hombre 1, hombre 2, extranjero.

Mesa de un bar. El hombre 1, el hombre 2 y el extranjero tomando una cerveza. Brindan.

Hombre 1 (al hombre 2, mirando al extranjero): Es un hijo de puta éste.

Hombre 2: Ya va a ver.

Hombre 1: Va a saber lo que es bueno.

Hombre 2: ¡Cómo puede ser tan hijo de puta como para curtirse a nuestras mujeres!

Hombre 1: Habría que cortársela en mil pedacitos.

Hombre 2: Así va a aprender a quién se la puede meter y a quién no.

Hombre 1: Y encima este albanés de mierda labura de lo lindo.

Hombre 2: Trabaja por lo que sea. Lo que le den. Una miseria. Cualquier cosa le viene bien.

Hombre 1: Y nosotros nos tenemos que cagar de hambre porque este cerdo asqueroso labura por monedas.

El extranjero que tenía la mirada perdida, los mira de pronto, levanta su vaso de cerveza y brinda con ellos. Los tres sonríen y gritan efusivamente.

Hombre 1: Hijo de mil puta.

Hombre 2: Albanés de mierda.

Hombre 1: ¿Me querés decir para qué carajo se tuvo que venir para acá este cerdo?

Hombre 2: Habría que rociársela con kerosén, y prendérsela fuego.

Hombre 1: O tendríamos que agarrar un cuchillo, entrar a su habitación, cuando esté durmiendo, y ¡zas!, chau pija albanesa.

Hombre 2: Me encantaría cortarle los huevos.

Hombre 1: Así va a aprender a no curtirse a mi mujer.

Hombre 2: Y que con nosotros no se puede joder.

El extranjero levanta de nuevo su vaso de cerveza. Vuelve a brindar con ellos. El hombre 1 y el 2 le sonríen. Los tres toman y gritan efusivamente.

Escena 5: hombre 1, extranjero.

El hombre 1, apoyado sobre una baranda, en el medio de una calle vacía, mirando hacia adelante, con la vista perdida.

Entra el extranjero, vestido de saco y corbata.

Hombre 1: Hola. Qué tal. Cómo le va.

El extranjero se le queda mirando, sin decir palabra.

Hombre 1: ¿Adónde va?

Extranjero (pronunciando con mucha dificultad): Tra-ba-jo.

Hombre 1 (sorprendido): ¿Trabajo?

Extranjero: Tra-ba-jo.

Hombre 1: ¿Pero cómo? Si acá no hay trabajo.

Extranjero: No... no comprendo.

Hombre 1 (gritando): ¡Que acá no hay trabajo!

El extranjero se queda mudo, sin decir palabra.

Hombre 1: Acá no trabajo.

Extranjero: Sí. Acá sí trabajo.

Hombre 1: No. Acá no trabajo.

Extranjero: Sí. Acá sí trabajo. (Señalándose) Para mí.

Silencio. El hombre 1 lo mira.

Hombre 1: ¿Y le pagan?

El extranjero se queda mudo, mirándolo.

Hombre 1:¡Le pregunto si le pagan!

Extranjero: No... no comprendo.

Hombre 1: ¡Plata! ¿Le dan plata en el trabajo?

Extranjero: ¡Plata! Sí. Sí. (Con dificultad) Pla-ta.

Hombre 1: ¿Y en Albania, que pasó, no tenía trabajo?

Extranjero: ¡Albania!

Hombre 1: Sí. Albania.

Extranjero: Albania no trabajo. No plata.

Silencio.

Hombre 1: ¿Y le gusta acá?

El extranjero se queda mudo, mirándolo.

Hombre 1: ¡Le pregunto si le gusta acá!

Extranjero: ¡Ah! ¡Ah! ¿Acá?

Hombre 1: ¡Sí, acá!

Extranjero: Acá. Sí. Gusta.

Hombre 1: ¿Extraña?

Extranjero: Frío. Acá frío. Albania calor.

Silencio.

Hombre 1: ¿Es casado?

Silencio. El extranjero lo mira.

Hombre 1 (gritando): ¡Es casado!

Extranjero: No comprendo.

Hombre 1: Mujer. Hijos.

Extranjero: Mujer. Sí. Hijos. Sí.

Hombre 1: ¿Y dónde están?

Extranjero: Mujer. Hijos. Sí.

Hombre 1 (gritando): ¡Dónde están!

Extranjero: ¡Ah! Mujer. Hijos. Albania.

Hombre 1: Hijos. Cuántos. (Haciendo gestos con las manos) Uno... Dos... Tres...

Extranjero: Hijos. Dos.

Silencio.

Escena 6: rubia, morocha, gunda, hombre1, hombre 2, hombre 3, extranjero.

Todos ellos están apoyados sobre una baranda, en el medio de una calle vacía, inmóviles.

La rubia toma del brazo al hombre 1. La morocha hace lo mismo con el hombre 2. gunda y el hombre 3 ni se miran.

Rubia: ¿Hermoso, no?

Hombre 2: Sí. La verdad que sí.

Gunda: Tampoco creo que sea para tanto.

Hombre 3: A mí me parece que es muy hermoso.

Hombre 1: Yo también estoy de acuerdo.

Gunda: Sí, pero podría ser mejor, ¿no?

Rubia: Como poder ser... siempre puede ser mejor.

Morocha: Sin embargo a mí me parece que está muy bien así.

Gunda: A mí no.

Silencio. Todos permanecen quietos.

Entra un extranjero vestido con saco y corbata, cargando una valija.

Gunda: ¿Y usted quién es?

Silencio. El extranjero la mira.

Gunda: ¿Quién es usted?

Hombre 3: Conteste, hombre. La señorita le hizo una pregunta.

Silencio. El extranjero mira ahora al hombre 3.

Hombre 1: ¿Pero qué le pasa, no sabe hablar, no tiene lengua?

Rubia: ¿Le duele algo? ¿Se siente mal?

Morocha: ¿Tiene algún problema?

Hombre 2: ¿Y?

Hombre 1: ¿A quién busca?

Gunda: ¿Qué quiere?

Silencio. El extranjero mira a todos. Deja la valija en el piso.

Extranjero (con mucha dificultad): Yo... no... no... acá... No...

Hombre 2: ¿Qué quiere decir?

Hombre 1: No es de acá.

Morocha: Es extranjero. Eso quiere decir.

Rubia: ¡Un extranjero! ¡Qué bueno! ¿De dónde es?

Hombre 3: Es italiano.

Gunda: ¿Cómo que es italiano?

Hombre 3: Sí. Es italiano. Creo.

Gunda: ¿Y vos cómo sabés?

Hombre 3: Por el parecido físico. Por el perfil. Por el tipo. ¿No se dan cuenta?

Rubia: Sí. Me parece que sí. Es italiano.

Morocha: No creo que sea italiano. No lo veo muy parecido a los otros italianos que conocí.

Gunda: ¿Qué, vos conociste a muchos italianos?

Morocha: No lo dije en ese sentido.

Gunda: Yo no lo dije en ningún sentido. No sé por qué lo decís.

Hombre 1: Por favor. No se peleen.

Rubia: ¿Por qué mejor no le preguntamos a él de dónde es?

Hombre 1: ¿Te parece?

Rubia: Sí. Creo que es lo mejor.

Hombre 3: Yo también. Así nos sacamos la duda.

Rubia (al extranjero): Señor, por favor, ¿podría decirnos de dónde es usted?

Silencio. El extranjero advierte la presencia de la rubia. Contempla su figura. Después de un instante comienza a mirarle las tetas.

Hombre 1: No. Así no va a funcionar. Tenés que hablarle de otra manera, si querés que te entienda.

Rubia: ¿Cómo?

Hombre 1: Así. Mirá. Vas a ver. Como yo. (Al extranjero, gritando) ¡De dónde es usted!

El extranjero deja de mirar las tetas de la rubia, y mira al hombre 1.

Hombre 1: ¡Sí, sí! ¡Usted! (Señalándolo, para ver si así lo entiende)¡De dónde es usted!

Extranjero (señalándose): Yo... Albania.

Hombre 3: ¿Cómo?... ¡De Albania!...

Extranjero (señalándose): Yo... Albania.

Gunda: ¿Y a quién busca? ¿Qué vino a hacer acá?

Extranjero: Albania. Trabajo. No. Acá. Trabajo. Sí.

Hombre 2: ¿Acá trabajo?

Extranjero: Albania. Trabajo. No. Acá. Trabajo. Sí.

Hombre 1: ¿Pero cómo puede ser que a este tipo le den trabajo acá?

Rubia: ¿Y por qué no?

Hombre 1: ¡Pero mirá lo idiota que es! ¡Y cómo está vestido!

Rubia: ¡Si está muy bien vestido!

Hombre 2: Sí. Pero debe ser lo único decente que se puso en años.

Rubia (al extranjero): Y dígame señor, ¿a quién busca?

El extranjero mira a la rubia. Se acuerda de algo, busca un papel en su bolsillo, lo encuentra y se lo da a la rubia.

Rubia (leyendo el papel): Manzanares 52. Primero “E”.

Hombre 1: ¡Pero si es esta dirección!

Hombre 2: Debe ser un inquilino nuevo.

Hombre 3: Justo acá nos viene a tocar un extranjero. Y encima uno como éste.

Morocha (al extranjero): Es por allá. Señor.

Silencio. El extranjero la mira.

Morocha (señalando): Por allá.

El extranjero se queda en silencio, mirando a la morocha. No se mueve.

Hombre 1 (gritando y señalando al mismo lugar que la morocha): ¡Le dijo que es por allá!

El extranjero mira al hombre 1, toma su valija y se va en la dirección que le indicaban.

Hombre 2:¡Que asco de tipo!

Hombre 1: ¡Qué mierda de extranjero más insoportable!

Hombre 3: Y justo tenía que venir a caer acá.

Morocha (a Gunda, en voz baja): Tiene algo... un no sé qué... que me gusta mucho.

Gunda: ¿Quién? ¿Ese albanés?

Morocha: Sí. Ya sé lo que es. Cuando te habla te mira siempre directo a los ojos. Sin pestañear.

Silencio.

Escena 7: gunda, extranjero.

gunda y el extranjero caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. gunda camina agarrando del brazo al extranjero. Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío.

Gunda: Lindo, ¿no?... Lindo...

Silencio.

Gunda: ...Muy lindo...

Silencio.

Gunda: ...Todo esto.

Silencio. El extranjero la mira.

Gunda: A veces quisiera poder tener pesadillas...

Silencio.

Gunda: ...para tener algo en que pensar.

Silencio. El extranjero saca un cigarrillo y un encendedor de un bolsillo interior de su saco, lo enciende y fuma muy lentamente.

Gunda: ...Quisiera que todas las cosas que conozco desaparecieran...

Silencio.

Gunda: ...Quisiera poder envejecer en paz...

Silencio. El extranjero fuma y la mira.

Gunda: ...No... no quisiera envejecer...

Silencio.

Gunda: ...nunca...

Silencio. gunda deja de caminar. Mira al extranjero.

Gunda: ¿Cómo te llamás?

Silencio.

Escena 8: gunda, hombre 3.

Departamento de gunda. gunda y el hombre 3 están sentados en dos sillas, en completo silencio. Con la vista fija en la pared. Además de las sillas hay, enfrente de ellos, una mesita ratona. Las paredes son completamente blancas.

Gunda: ¿Tenés plata?

Hombre 3: Sí. Yo puedo pagar. Trabajo. Tengo mi sueldo.

Gunda (señalando la mesa): Dejálos ahí.

Silencio. El hombre 3 saca su billetera de uno de los bolsillos de su pantalón. Toma varios billetes de la billetera, los cuenta y los deja sobre la mesita ratona.

Silencio.

gunda mira hacia donde está el dinero, en la mesita ratona.

Silencio.

Gunda: Pienso en él sólo como si fuera un regalo.

Silencio.

Escena 9: morocha, hombre 2.

La morocha y el hombre 2 caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta.

La morocha camina agarrada del brazo del hombre 2.

Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío.

Morocha: ¿Qué vamos a hacer?

Silencio. El hombre 2 la mira.

Morocha: ¡Te pregunté qué vamos a hacer!

Hombre 2: Querrás decir qué vas a hacer.

Morocha: Hijo de puta.

Hombre 2: Tenerlo no es una posibilidad.

Morocha: Basura.

Hombre 2: Pero eso no me corresponde decirlo a mí.

Morocha: ¿Qué querés decir, cerdo?

Hombre 2: Porque es prácticamente imposible que yo haya tenido algo que ver con eso.

Morocha: ¿Y quién tuvo que ver si no?

Hombre 2: No sé. Ese extranjero. Te vieron con él.

Morocha: No estuve con él. No me pueden haber visto.

Hombre 2: Sin embargo te vieron.

Morocha: ¿Quién?

Silencio. El hombre 2 se frena y la mira.

Morocha: ¿Quién me vio?

Silencio. El hombre 2 saca un cigarrillo del bolsillo interior de su saco, lo enciende y comienza a fumarlo, muy lentamente.

Morocha: ¡Te pregunté quién me vio!

Hombre 2: Gunda.

Silencio.

Pausa.

Morocha: Es cierto. Tenés razón. Tenerlo no es ni siquiera una opción.

Silencio.

Morocha: ¿Me vas a ayudar?

Hombre 2: ¿A qué?

Silencio. La morocha lo mira mientras él continúa fumando.

Hombre 2: Te voy a ayudar.

Morocha: ¿Cómo?

Hombre 2: Te voy a pegar bien fuerte en la panza.

Morocha: ¿Y eso no me va a doler mucho?

Hombre 2: Sí. Un poco. No mucho. Al principio.

Silencio.

Morocha: ¿Pero qué voy a hacer si no funciona?

Hombre 2: Si eso no da resultado, te voy a tirar al río.

Morocha: ¿Y eso sí va a funcionar?

Hombre 2: No hay manera de que no funcione.

Morocha: ¿Pero no es un poco... peligroso?

Hombre 2: ¿Peligroso para vos?

Morocha: Sí.

Hombre 2: No. Para vos no.

Morocha: Ah. Está bien. Entonces me quedo tranquila.

Silencio.

Escena 10: hombre 1, hombre 2, hombre 3, extranjero.

El hombre 1, el hombre 2 y el hombre 3 están apoyados sobre una baranda, en el medio de una calle vacía. A la tarde. El hombre 1 fuma, el hombre 2 se rasca la cabeza con fuerza, el hombre 3 mira al piso.

Silencio.

Entra el extranjero.

Silencio.

El hombre 1 deja de fumar. Mira al extranjero. El hombre 2 y el 3 también dejan de hacer lo que estaban haciendo para mirar al extranjero. Éste a su vez les devuelve la mirada.

Silencio.

Los hombres 1, 2 y 3 se miran entre sí.

El extranjero comienza a caminar. El hombre 3, con un movimiento brusco, le corta el paso. Los hombres 1 y 2 se abalanzan sobre el extranjero y lo agarran de los brazos. El hombre 3 se suma a ellos, pegándole al extranjero en el estómago varias veces.

El extranjero cae al piso. Grita. Los hombres 1 y 2 se agachan para seguir pegándole con más fuerza. El hombre 3, desde arriba, lo patea con fuerza. A veces le da en el estómago y otras en la cara. El extranjero se cubre como puede. Sangra.

Silencio.

Escena 11: morocha, extranjero.

La morocha y el extranjero caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La morocha se mueve con mucha dificultad, agarrándose del brazo del extranjero. Éste también camina con dificultad. Tienen la mirada fija, perdida en el vacío. Ambos están llenos de moretones, de cicatrices y de sangre seca.

Extranjero: Acá. Frío. Feo.

Silencio.

Extranjero: Acá. Frío. Feo. Albania no.

Silencio.

Extranjero: Albania linda.

Silencio. La morocha saca un cigarrillo con mucha dificultad y trata de agarrarlo torpemente con sus dedos, pero no puede. Se le cae al piso. Sus manos tiemblan.

Extranjero: Albania linda.

Silencio.

Extranjero: Acá feo.

Silencio.

Extranjero: Acá gente mala.

Silencio.

Extranjero: Albania gente buena.

Silencio.

Extranjero: Acá duele.

Silencio.

Extranjero: Albania no duele. Albania gente buena.

Silencio. La morocha lo mira.

Morocha: ¿Me vas a llevar a Albania?

Silencio.

Escena 12: rubia, gunda.

La rubia y gunda, apoyadas sobre una baranda. En una calle vacía. A la siesta. La rubia fuma un cigarrillo muy lentamente. gunda se maquilla, mientras se mira a un espejo de mano.

Gunda: Sí. Sí. Fue horrible. La verdad que fue horrible.

Rubia: ¿Pero quién te contó como fue?

Gunda: Nadie.

Rubia: ¿Cómo nadie?

Gunda: Lo vi yo.

Rubia: Ah.

Silencio.

Rubia: No entiendo muy bien. ¿Qué le hizo primero? ¿La tiró al río o le pegó en la panza?

Gunda: Le pegó en la panza.

Rubia: ¿Y dio resultado?

Gunda: No.

Silencio.

Rubia: Entonces la tiró al río por eso. Para ver si funcionaba.

Gunda: Sí.

Rubia: ¿Y funcionó?

Gunda: No.

Silencio.

Rubia: ¿Pero le pasó algo?

Gunda: Sí. Ella quedó muy maltrecha. Y se enojó con él.

Rubia: Claro. Porque la tiró al río.

Gunda: No. Porque ninguno de los dos métodos dieron resultado.

Silencio.

Escena 13: hombre 1, hombre 2.

Los hombres 1 y 2 caminan por una calle semidesierta, a la hora del almuerzo. Ambos fuman.

Hombre 2: ¿Le paga?

Hombre 1: Sí.

Hombre 2: ¿En serio?

Hombre 1: Sí.

Hombre 2: ¿Cuánto?

Hombre 1: Ah, no. Tanto no sé.

Hombre 2: ¿Cada cuánto lo hacen?

Hombre 1: Cada vez que él cobra su sueldo.

Hombre 2: ¿Y hace mucho que pasa esto?

Hombre 1: Hace un tiempo.

Silencio.

Hombre 2: Qué raro, ¿no?

Hombre 1: ¿Por qué?

Hombre 2: Siempre pensé que tu mujer o la mía podían cobrar por hacerlo. Digo... las dos son muy atractivas físicamente.

Hombre 1: Sí. Es cierto.

Hombre 2: ¡Pero que Gunda cobre por hacerlo!...

Hombre 1: ¿Qué?

Hombre 2: Eso jamás me lo podría haber imaginado.

Hombre 1: ¿Por?

Hombre 2: Bueno, es que ella no es muy agraciada que digamos. Es fea.

Hombre 1: Seguro que por eso mismo tiene que cobrarle a él.

Hombre 2: Claro, porque si no le cobrara a él, quizás jamás se le presentaría ninguna oportunidad para hacerlo.

Hombre 1: Además no te olvides que juega con su desesperación.

Hombre 2: Claro.

Silencio. Los dos siguen fumando. Pausa.

Hombre 2: ¿Creés que Gunda nos cobraría a nosotros dos?

Silencio. El Hombre 1 mira al 2.

Hombre 2: Quiero decir... si se nos ocurriera ir...

Silencio.

Hombre 1: No sé.

Hombre 2: ¿Pero qué te parece?

Silencio. El Hombre 1 mira primero al Hombre 2 y luego a sí mismo.

Hombre 1 (con amargura): Creo que sí. Creo que nos cobraría.

Silencio.

Pausa.

Hombre 2 (dudando): ¿Y... y creés que le cobraría a él?

Hombre 1: ¿A quién?

Hombre 2: A él. A ese extranjero.

Hombre 1 (con mucha amargura): No. A ése seguro que no.

Silencio.

Escena 14: rubia, morocha, gunda, hombre1, hombre 2, hombre 3, extranjero.

Todos ellos están apoyados sobre una baranda, en el medio de una calle vacía, al atardecer, inmóviles.

La rubia toma del brazo al hombre 1. La morocha hace lo mismo con el hombre 2. gunda y el hombre 3 ni se miran.

Silencio.

Entra el extranjero, vestido de traje. Se detiene. Fuma.

Silencio.

FIN

El verdadero Extranjero

En octubre, nos contactamos con el Consulado de Albania en Argentina. Nos interesaba trabajar puntualmente con el actor que tiene a su cargo el rol del Extranjero (Mariano Speratti) algunas cuestiones que vinculadas al idioma y a la cultura albanesa. En este punto debería aclararles que, en la obra, el Extranjero que llega a esta nueva comunidad procede de Albania.

El albanés es un idioma muy particular. Proviene del latín, como el castellano. Pero sin embargo, en cuanto les escriba algunas palabras en albanés, van a darse cuenta que no tiene ni punto de comparación con nuestro idioma. Es otro mundo. Otra historia completamente diferente. Es un idioma de mezcla, como la mismísima Albania, país de tradiciones contrapuestas. Mixtura que resuelve las contradicciones internas, a punto de ebullición. Pero no me las voy a dar de experto de Albania. Es sólo una impresión mía esto que escribí, nada más. Algo que pude deducir de mis encuentros con Menelao.

Pero volvamos a nuestro relato de cómo fue que dimos con Menelao, actor albanés radicado en Argentina.

Leonel, el otro asistente de dirección, habló con el Consulado y esta fue la respuesta que obtuvo: “Me dijeron que podíamos contactarnos con un actor albanés-argentino que se llama Minelao Borova, que forma parte del grupo de teatro El cobertizo. El tema es que no me pasaron ningún número de teléfono. Me dijeron que lo podíamos encontrar porque trabaja con su familia en un kiosco-almacén chico que queda sobre la calle México a la altura de Sáenz Peña (frente al ex-restaurant Undici).

La cosa es que luego Mariano logró contactarse con la esposa de Minelao (o Menelao). Pero resulta que ahora se había mudado de kiosco. Mariano se acercó al nuevo lugar de trabajo de Menelao y nos cuenta: “conseguí un dato de primera mano sobre Menelao. El kiosco en el que está ahora con su familia (todos albaneses) está frente al teatro Calibán. Eso es muy cerca de casa, así que si no arreglamos algo antes quizás pueda acercarme a charlar con él o ver cuándo se lo encuentra, aunque por lo que parece medio que está full time ahí”.

Mariano logró hablar con él y después fuimos a verlo en un par de oportunidades. La primera, en el bar que está a la vuelta de su kiosco. La segunda, en el kiosco mismo, dentro de su horario de trabajo.

Nos encontramos con una persona de una calidez humana extraordinaria, que tiene una historia de vida riquísima y, al mismo tiempo, muy dolorosa.

En estos primeros días de enero debo volver a encontrarme con él. Prometí pasarle el texto de la obra, que he cargado en este blog.

Abajo reproduzco algunas declaraciones que nos hizo sobre su país y su vida, tal como yo las recuerdo.

1.

“En Albania” -nos dijo Menelao - “lo peor que le puede pasar a un hombre no es que se le mueran sus hijos, sino que, cuando sus amigos del alma van a su casa, él no tenga nada para alimentarlos. Eso es más duro para un albanés que la muerte de un hijo suyo. Para un albanés del norte, eso sí. Para los del sur es otro cantar. Otra cosa. Nada similar...” Al respecto, Menelao es categórico. No pone las manos en el fuego por los albaneses del sur. Para nada. Él es un albanés del norte, por supuesto. Es de los que no toleran que un amigo del alma pase hambre. “Mis amigos tienen hambre y yo no tengo nada con qué alimentarlos. Ésa es la peor vergüenza que yo puedo pasar. La peor vergüenza y el peor sufrimiento” -nos dijo.

2.

También nos dijo: “cuando yo quiero a alguien, lo quiero para siempre”.

Y después comentó: “yo estoy acá, ahora, hablando con ustedes, y no estoy pensando en las cuentas que tengo que pagar, en que no llego a fin de mes, y eso, este momento, es lo mejor que me puede pasar. Esto es lo mejor de la vida. Compartir. Hablar con otros seres humanos. Compartir experiencias, vivencias... No hay nada como eso. Como esto. Esta conversación entre nosotros tres. Es lo máximo...”

En otro momento de la charla, señaló: “Nosotros los humanos necesitamos sentir, tocar, necesitamos oler. Necesitamos saber si estamos sentados o parados. Necesitamos mirarnos. Reconocernos. Saber quién es el otro. Quién soy yo. Qué hago. Por qué hago lo que hago”.

3.

También nos dijo: “Con los años se me fueron cayendo varios dientes. La última vez que estuve en Albania, actuando, me dijeron: ´no puede ser que un gran actor como usted no tenga dientes: Si se queda acá, con nosotros, le agregamos los dientes que le faltan. Por la plata usted no se preocupe. Se lo hacemos totalmente gratis`. Yo les pregunté cuánto tiempo me tenía que quedar para que me terminaran el arreglo. Me dijeron que necesitaban un mes como mínimo. Como extrañaba a mi familia, no quise quedarme tanto. Les dije que no. Me volví a la Argentina, sin dientes, como antes. Como siempre”. Menelao estuvo por último vez en Albania cuando fue, (junto al director y uno de los dueños de la sala El camarín de las musas, Daniel Genoud), a realizar allí funciones de la obra Potestad, de de “Tato” Pavlovsky.

Desde prácticamente el comienzo de nuestro segundo encuentro, (que se llevó a cabo en su kiosco de México y San José, como mencioné antes), nos convidó con una botella de un Tía María casero que hacía su mujer, también albanesa como él. Su familia, nos dijo, tenía unos viñedos. Él, muy amablemente, se excusó. Nos dijo que no podía tomar alcohol porque estaba trabajando. “El alcohol y el trabajo no se llevan bien. No van bien juntos”, afirmó.

El Tía María estaba riquísimo. Tenía ese sabor extraordinario que sólo pueden tener las cosas que fueron hechas en forma casera. En un momento dado, vino un cliente al kiosco y le convidó Tía María a él también. Durante toda la charla, nunca dejó de atender su negocio.

Muchas veces se mostró arrepentido de haber emigrado. Muy arrepentido. A veces se emocionaba hasta las lágrimas. Aunque lograba contenerlas. Con mucho esfuerzo, pero lo lograba. En uno de nuestros encuentros, uno de los momentos más emotivos fue cuando nos dijo: “fue un gran error haber emigrado”. Era notorio que lo decía desde un lugar absolutamente sincero y con gran conmoción personal. Nos explicó que se fue de su país en 1993, en un momento caótico, con Albania sumida en una cruenta guerra civil.

Nos contó que al principio, cuando no sabía ni una palabra de castellano, al primer mes de haber venido, ya estaba trabajando limpiando baños. “Cuando vine para acá. Hice muchas cosas para sobrevivir que nunca pensé que iba a llegar a hacer”, nos dijo, con mucho pesar.

Después nos confesó que trabajó durante un tiempo ayudando a un plomero cordobés, que era muy buena gente y lo ayudó mucho, según sus palabras: “Yo, que ni siquiera sabía clavar un clavo, (porque allá de eso se ocupaba siempre mi mamá), terminé haciendo acá trabajos de plomería”.

Nos cuenta que al principio tuvo una profesora de español, que le insistía para que estudiara el idioma. Él le decía: “yo tengo cuarenta y cuatro años. Quiero trabajar. Necesito trabajar. Tengo dos hijos que alimentar. El idioma ya va a venir. Lo que importa ahora es el trabajo”.

Es por eso, nos dice, que su mujer sabe hablar español mejor que él. Mucho mejor. Porque ella se preocupó por aprender el idioma apenas llegó al país. Y es algo claramente verificable. A Menelao le cuesta hablar en castellano. Tiene un tono, una dicción y una forma de pronunciar ciertas palabras marcadamente extranjera. Se le dificulta aún más para escribir. Tiene una novela escrita en albanés que está intentando traducir. Pero, por sus dificultades con el idioma, el proyecto ha quedado trunco, al menos por ahora.

Sus hijos, dice, estudiaron y se recibieron en Argentina. Y por eso le está muy agradecido a este país.

Menelao fue director artístico de un importante teatro estatal en Albania, en la época en que gobernada el viejo Partido Comunista. Viajó. Conoció muchos países como funcionario. Al respecto, nos dijo que no dejáramos de visitar Eslovenia, si alguna vez teníamos la oportunidad de ir. Un país con una población notablemente culta y amante de todas las actividades artísticas, según su opinión.

Menelao añora la época comunista, pese a mostrarse abiertamente crítico con respecto al estalinismo. Confirma que en esa época Albania estaba mucho mejor que ahora, aunque en la última visita a su tierra de origen, (en el 2000), la notó mucho más recuperada. Cuando habla de Argentina, y particularmente de este gobierno, confiesa: “no hay mucho que se pueda hacer. Estos gobiernos son todos burgueses. Gobiernan para ellos y para una elite que es como ellos”.

(En algún momento de la charla, me llamó notoriamente la atención que asumiera una ideología claramente nacionalista. Pero quizás ése sea un problema mío y no tanto de él. Me hincha tremendamente las pelotas el nacionalismo. Me parece una idiotez. Sé que no sirve para nada).

Hay que decir que Menelao es un actor tremendamente reconocido en su país. Participó en alrededor de cincuenta largometrajes en Albania, además de su actividad teatral.

Otra cosa interesante sobre él es que, como su kiosco queda enfrente de la sala y lugar de clases de Norman Briski, es consultado frecuentemente por estudiantes de teatro sobre diversos autores. En un momento, nos contó que un alumno de Briski le pidió referencias sobre la obra de Bertolt Brecht. A Menelao, como era de esperarse, le gusta y le interesa mucho Brecht.

A la hora de hablar de las diferencias entre el teatro y el cine, afirma: “El teatro no va a morir nunca porque es emoción en vivo. No como el cine que es emoción indirecta. Cuando la gente quiere emoción en vivo, va al teatro. Eso sólo lo puede tener ahí y en ningún lugar más”.

viernes, diciembre 30, 2005

Fotos



Los ensayos comenzaron en marzo y se extendieron a lo largo de todo el año. Es cierto que, aunque parezca demasiado, hemos trabajado de manera muy fragmentada. Algo que la estructura de la obra, por otra parte, permite. La obra consta de catorce escenas, en su mayoría breves. Eso es lo que nos dio la posibilidad de trabajar de esa forma.
En esta entrada quería que vieran algunas fotos del proceso de ensayos. En su mayoría fueron tomadas durante octubre y noviembre de este año. Ensayamos sobretodo en casas de actores, aquí se ven los departamentos de Roberto y Lorena.
La mayoría de las fotos fueron tomadas por mí, con cámara digital. Me interesaba que lograran transmitir algo de la interacción de la escena, pese a que fundamentalemnte tenían una función de registro.
Hay que aclarar que algunos actores que aparecen allí ya no forman parte del proyecto. Incluso algunos pasaron a ocupar otros roles.
Bueno, basta de pavadas. Los dejo con las fotos.

sábado, diciembre 24, 2005

Texto para el programa

Es difícil decir de qué trata la obra.

En palabras del iluminador, (luego retomadas por mí en un texto para el programa que suscitó polémicas y que por eso mismo, y por otros motivos, quedó sin efecto):

"Un hombre, para el caso un Extranjero, llega a una comunidad desconocida y la da vuelta, la invierte, la subvierte, la transforma completamente. La desordena. La pone patas para arriba. Sin hacer prácticamente nada. Sin ser nada".

Solana Landaburu, amiga y uno de los asistentes de dirección en el proyecto, escribió lo siguiente:

"Movimientos lentos
Me va a partir un palo por la cabeza
Pies arrastran los pasos
Pienso en él como si fuera un regalo
No se habla muy fuerte para no despertar
Hermoso todo esto, ¿no?
Calor
Me gustaría cortarle la pija en pedacitos
Nada se mueve
¿A nosotros nos cobraría?
Luz naranja
Acá no hay trabajo.
Tarde
¿Este solo te gusta?
Grillos
Acá-no-trabajo

Albania calor"

Finalmente, luego de pensármelo muy bien, en el programa sólo tendremos, a modo de comentario de la obra, esta cita del libro "Rerum Natura" de Lucrecio, recogida en realidad de un libro de cuentos del escritor norteamericano Phlip Dick:

“De la sensación de pesar y dolor seremos liberados;

No sentiremos, porque no seremos.

Aunque la tierra en los mares, y los mares en el cielo

estén perdidos,

No nos moveremos, sólo seremos suprimidos”

De Rerum Natura (Lucrecio)

Y también, habrá una dedicatoria a R. W. Fassbinder.

En otra entrada quizás cuente por qué.

Y quizás me anime a muchas más cosas.

Se verá.

Inauguración del blog "Yace al caer la tarde"

Es sábado por la madrugada. Más correctamente, (o mejor dicho), sábado 24 de diciembre de 2005 un poco más allá de las tres de la mañana, vísperas de Nochebuena.

A esta hora, en este momento, queda inaugurado el blog de la obra teatral "Yace al caer la tarde", de próximo estreno en el Teatro del Pueblo, más precisamente a fines de febrero de 2006.
Esto, por ahora, es todo.
Pero habrá más, mucho más, esperemos.

La idea es, a partir de aquí, comenzar a generar un espacio de reflexión sobre el proceso de montaje de esta obra en particular y sobre el teatro en general, al menos desde mi perspectiva.
Aunque esto último suena un tanto pomposo. Y ya no pretendo serlo. No quiero. Basta de artificialidad y mentiras.

Hay algo que me parece muy importante y de lo que quiero dar cuenta acá: una obra sólo es una obra como tal en tanto da cuenta de su proceso, de la generación de su sentido.
De lo contrario sólo seríamos asquerosos resultadistas.
Y ya estoy harto de la búsqueda a ultranza de los resultados por encima de los procesos, de las personas y de las cosas.

Así nos va.
Así me va a mí todos los días.

Entonces, dar cuenta acá. en este espacio, de los procesos.
Dar y dejar testimonio.
Testimonio escrito. Y visual.

Deberé decir que soy el director del proyecto: Maximiliano de la Puente.

Habrá fotos del proceso de ensayos y espero que haya una escritura mucho menos acartonada de mi parte, al menos con respecto a éste, mi primer envío.

No tengo mucho más que decir. O sí, pero no ahora. No ahora. Ya habrá tiempo.