Para el que le interesa, les dejo el texto de la obra completo. Hay que aclarar que, en la puesta, van a verse varios cambios.
El texto fue incluido en un libro publicado en noviembre de 2004, por la editorial del Instituto del Teatro.
Yace al caer la tarde
de Maximiliano de la Puente
“De la sensación de pesar y dolor seremos liberados;
No sentiremos, porque no seremos.
Aunque la tierra en los mares, y los mares en el cielo
estén perdidos,
No nos moveremos, sólo seremos suprimidos”
De Rerum Natura (Lucrecio)
Escena 1: extranjero, rubia.
El extranjero y la rubia caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La rubia camina agarrando del brazo al extranjero. Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío.
Rubia: Es hermoso todo esto, ¿no?
Silencio.
Rubia: Digo... la hora. El clima. La tarde. La siesta.
Silencio. El extranjero la mira.
Rubia: Me encanta estar con vos. Te quiero.
El extranjero comienza a mirarle las tetas fijamente. Sin parpadear.
Rubia: ¿Y a vos? ¿No te gusta estar conmigo?
El extranjero mira cómo las tetas de ella suben y bajan a medida que la rubia respira.
Extranjero (tocándole las tetas a la rubia): Éstas. Gustan. Éstas.
Rubia: ¿Éstas solas te gustan? ¿O también te gustan las de otras?
Extranjero (con las manos en las tetas de la rubia): Éstas. Sí. Gustan.
Rubia: ¿Y las de otras... te gustan?
Extranjero (distraído, sin escuchar a la rubia, absorto en sus tetas): Éstas. Gustan. Gustan mucho. Estas... estas...
Rubia: Tetas.
Extranjero (repitiendo con dificultad): Te-tas.
Rubia: ¿Me vas a llevar a Albania algún día?
Extranjero: Albania. Sí. Linda.
Rubia: Te quiero.
Silencio. El extranjero le sigue mirando las tetas.
Rubia: Te quiero porque vos no sabés hablar. Y eso es lo mejor que me puede pasar.
Silencio.
Escena 2: extranjero, morocha.
El extranjero y la morocha caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La morocha camina agarrando del brazo al extranjero.
Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío.
Morocha: Es hermoso, ¿no?
Silencio.
Morocha: Digo... el día... El clima... La tarde... Este sol... este día...
Silencio. El extranjero la mira.
Morocha: Me encanta estar a tu lado. Te quiero.
El extranjero gira la cabeza y comienza a mirarle el culo fijamente. Sin parpadear.
Morocha: ¿Y a vos te gusta estar conmigo?
Silencio.
Extranjero (tocándole de improviso, pero con firmeza el culo a la morocha): Éste. Gusta. Éste.
Morocha: ¿Y éste solo te gusta? ¿O también te gusta el de otras?
Extranjero: Éste. Gusta. Éste.
Morocha: ¿Y el de otras... no te gusta?
Extranjero: Éste. Gusta. Gusta mucho. Este... este...
Morocha: Culo.
Extranjero (repitiendo con dificultad): Cu-lo.
Silencio.
Morocha: ¿Cuándo me vas a llevar a Albania?
Extranjero: Albania. Sí. Albania linda.
Morocha: Te quiero.
Silencio. El extranjero la mira.
Morocha: Te quiero porque me mirás siempre a los ojos cuando me hablás. Sin pestañear.
Silencio.
Escena 3: rubia, morocha.
Dos mujeres, una rubia y una morocha, caminando en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La morocha le da el brazo a la rubia. La rubia lo acepta. Caminan tomadas del brazo, con lentitud. Llevan vestidos ceñidos, bastante cortos.
Rubia: El mío es muy bueno.
Morocha: El mío también.
Rubia: Cuando me toca me hace sentir cosas.
Morocha: A mí también me toca. Pero lo de las cosas... no sé. No las siento.
Rubia: Me hace regalos.
Morocha: El mío no.
Rubia: Algo. Casi cualquier cosa.
Morocha: Pero no importa igual. Porque siempre se porta muy bien.
Rubia: Lo que sea.
Morocha: Aunque a veces no.
Rubia: Siempre. O mejor dicho: casi siempre.
Morocha: Se porta muy mal. O tiene la intención de portarse muy mal.
Rubia: No quiero. No me gusta cuando hace eso.
Morocha: Me respira fuerte muy cerca de la nuca. Otras veces me mira como si estuviera en celo.
Rubia: Se lo digo todos los días. Pero no me hace caso.
Morocha: Le tengo miedo. Ése es el problema.
Rubia: Sigue haciéndome regalos tontos. Que no me sirven. Ni me interesan.
Morocha: Le tengo tanto miedo porque sé que un día me va a partir un palo por la cabeza.
Rubia: Pero creo que no se da cuenta.
Morocha: Claro. Eso es lo peor. Yo ni siquiera me voy a dar cuenta.
Rubia: Y lo sigue haciendo.
Morocha: Es muy peligroso para nosotros dos todo esto.
Rubia: Me da uno de esos regalos tan feos. Y me mira con una cara. Con una expresión. Como si me tuviera miedo.
Morocha: Y es muy delicado que él me provoque tanto pavor.
Rubia: O peor todavía: me mira como si me tuviera terror. Como si fuera una arpía, una descarada.
Morocha: Creo que voy a tener que alejarme del mío.
Rubia: Como si en cualquier momento yo estuviera a punto de arrancarle el corazón.
Morocha: Poner distancia. Irme lejos. Esperar que las cosas se aclaren. Que su maldad ceda.
Rubia: No sé por qué siente eso. Si yo no doy esa impresión, ¿no?
Morocha: Poner un poco de paños fríos a la cuestión.
Rubia: Soy más bien cálida con el mío. Lo protejo. Lo apoyo. Le doy valor.
Morocha: Frialdad. Mirar todo desde afuera. Como si lo que me pasa no me perteneciera. Como si no tuviera ningún valor.
Rubia: Espero que el mío alguna vez sepa ver todo eso.
Morocha: Algún día se va a dar cuenta de todo lo que nos unió.
Silencio.
Escena 4: hombre 1, hombre 2, extranjero.
Mesa de un bar. El hombre 1, el hombre 2 y el extranjero tomando una cerveza. Brindan.
Hombre 1 (al hombre 2, mirando al extranjero): Es un hijo de puta éste.
Hombre 2: Ya va a ver.
Hombre 1: Va a saber lo que es bueno.
Hombre 2: ¡Cómo puede ser tan hijo de puta como para curtirse a nuestras mujeres!
Hombre 1: Habría que cortársela en mil pedacitos.
Hombre 2: Así va a aprender a quién se la puede meter y a quién no.
Hombre 1: Y encima este albanés de mierda labura de lo lindo.
Hombre 2: Trabaja por lo que sea. Lo que le den. Una miseria. Cualquier cosa le viene bien.
Hombre 1: Y nosotros nos tenemos que cagar de hambre porque este cerdo asqueroso labura por monedas.
El extranjero que tenía la mirada perdida, los mira de pronto, levanta su vaso de cerveza y brinda con ellos. Los tres sonríen y gritan efusivamente.
Hombre 1: Hijo de mil puta.
Hombre 2: Albanés de mierda.
Hombre 1: ¿Me querés decir para qué carajo se tuvo que venir para acá este cerdo?
Hombre 2: Habría que rociársela con kerosén, y prendérsela fuego.
Hombre 1: O tendríamos que agarrar un cuchillo, entrar a su habitación, cuando esté durmiendo, y ¡zas!, chau pija albanesa.
Hombre 2: Me encantaría cortarle los huevos.
Hombre 1: Así va a aprender a no curtirse a mi mujer.
Hombre 2: Y que con nosotros no se puede joder.
El extranjero levanta de nuevo su vaso de cerveza. Vuelve a brindar con ellos. El hombre 1 y el 2 le sonríen. Los tres toman y gritan efusivamente.
Escena 5: hombre 1, extranjero.
El hombre 1, apoyado sobre una baranda, en el medio de una calle vacía, mirando hacia adelante, con la vista perdida.
Entra el extranjero, vestido de saco y corbata.
Hombre 1: Hola. Qué tal. Cómo le va.
El extranjero se le queda mirando, sin decir palabra.
Hombre 1: ¿Adónde va?
Extranjero (pronunciando con mucha dificultad): Tra-ba-jo.
Hombre 1 (sorprendido): ¿Trabajo?
Extranjero: Tra-ba-jo.
Hombre 1: ¿Pero cómo? Si acá no hay trabajo.
Extranjero: No... no comprendo.
Hombre 1 (gritando): ¡Que acá no hay trabajo!
El extranjero se queda mudo, sin decir palabra.
Hombre 1: Acá no trabajo.
Extranjero: Sí. Acá sí trabajo.
Hombre 1: No. Acá no trabajo.
Extranjero: Sí. Acá sí trabajo. (Señalándose) Para mí.
Silencio. El hombre 1 lo mira.
Hombre 1: ¿Y le pagan?
El extranjero se queda mudo, mirándolo.
Hombre 1:¡Le pregunto si le pagan!
Extranjero: No... no comprendo.
Hombre 1: ¡Plata! ¿Le dan plata en el trabajo?
Extranjero: ¡Plata! Sí. Sí. (Con dificultad) Pla-ta.
Hombre 1: ¿Y en Albania, que pasó, no tenía trabajo?
Extranjero: ¡Albania!
Hombre 1: Sí. Albania.
Extranjero: Albania no trabajo. No plata.
Silencio.
Hombre 1: ¿Y le gusta acá?
El extranjero se queda mudo, mirándolo.
Hombre 1: ¡Le pregunto si le gusta acá!
Extranjero: ¡Ah! ¡Ah! ¿Acá?
Hombre 1: ¡Sí, acá!
Extranjero: Acá. Sí. Gusta.
Hombre 1: ¿Extraña?
Extranjero: Frío. Acá frío. Albania calor.
Silencio.
Hombre 1: ¿Es casado?
Silencio. El extranjero lo mira.
Hombre 1 (gritando): ¡Es casado!
Extranjero: No comprendo.
Hombre 1: Mujer. Hijos.
Extranjero: Mujer. Sí. Hijos. Sí.
Hombre 1: ¿Y dónde están?
Extranjero: Mujer. Hijos. Sí.
Hombre 1 (gritando): ¡Dónde están!
Extranjero: ¡Ah! Mujer. Hijos. Albania.
Hombre 1: Hijos. Cuántos. (Haciendo gestos con las manos) Uno... Dos... Tres...
Extranjero: Hijos. Dos.
Silencio.
Escena 6: rubia, morocha, gunda, hombre1, hombre 2, hombre 3, extranjero.
Todos ellos están apoyados sobre una baranda, en el medio de una calle vacía, inmóviles.
La rubia toma del brazo al hombre 1. La morocha hace lo mismo con el hombre 2. gunda y el hombre 3 ni se miran.
Rubia: ¿Hermoso, no?
Hombre 2: Sí. La verdad que sí.
Gunda: Tampoco creo que sea para tanto.
Hombre 3: A mí me parece que es muy hermoso.
Hombre 1: Yo también estoy de acuerdo.
Gunda: Sí, pero podría ser mejor, ¿no?
Rubia: Como poder ser... siempre puede ser mejor.
Morocha: Sin embargo a mí me parece que está muy bien así.
Gunda: A mí no.
Silencio. Todos permanecen quietos.
Entra un extranjero vestido con saco y corbata, cargando una valija.
Gunda: ¿Y usted quién es?
Silencio. El extranjero la mira.
Gunda: ¿Quién es usted?
Hombre 3: Conteste, hombre. La señorita le hizo una pregunta.
Silencio. El extranjero mira ahora al hombre 3.
Hombre 1: ¿Pero qué le pasa, no sabe hablar, no tiene lengua?
Rubia: ¿Le duele algo? ¿Se siente mal?
Morocha: ¿Tiene algún problema?
Hombre 2: ¿Y?
Hombre 1: ¿A quién busca?
Gunda: ¿Qué quiere?
Silencio. El extranjero mira a todos. Deja la valija en el piso.
Extranjero (con mucha dificultad): Yo... no... no... acá... No...
Hombre 2: ¿Qué quiere decir?
Hombre 1: No es de acá.
Morocha: Es extranjero. Eso quiere decir.
Rubia: ¡Un extranjero! ¡Qué bueno! ¿De dónde es?
Hombre 3: Es italiano.
Gunda: ¿Cómo que es italiano?
Hombre 3: Sí. Es italiano. Creo.
Gunda: ¿Y vos cómo sabés?
Hombre 3: Por el parecido físico. Por el perfil. Por el tipo. ¿No se dan cuenta?
Rubia: Sí. Me parece que sí. Es italiano.
Morocha: No creo que sea italiano. No lo veo muy parecido a los otros italianos que conocí.
Gunda: ¿Qué, vos conociste a muchos italianos?
Morocha: No lo dije en ese sentido.
Gunda: Yo no lo dije en ningún sentido. No sé por qué lo decís.
Hombre 1: Por favor. No se peleen.
Rubia: ¿Por qué mejor no le preguntamos a él de dónde es?
Hombre 1: ¿Te parece?
Rubia: Sí. Creo que es lo mejor.
Hombre 3: Yo también. Así nos sacamos la duda.
Rubia (al extranjero): Señor, por favor, ¿podría decirnos de dónde es usted?
Silencio. El extranjero advierte la presencia de la rubia. Contempla su figura. Después de un instante comienza a mirarle las tetas.
Hombre 1: No. Así no va a funcionar. Tenés que hablarle de otra manera, si querés que te entienda.
Rubia: ¿Cómo?
Hombre 1: Así. Mirá. Vas a ver. Como yo. (Al extranjero, gritando) ¡De dónde es usted!
El extranjero deja de mirar las tetas de la rubia, y mira al hombre 1.
Hombre 1: ¡Sí, sí! ¡Usted! (Señalándolo, para ver si así lo entiende)¡De dónde es usted!
Extranjero (señalándose): Yo... Albania.
Hombre 3: ¿Cómo?... ¡De Albania!...
Extranjero (señalándose): Yo... Albania.
Gunda: ¿Y a quién busca? ¿Qué vino a hacer acá?
Extranjero: Albania. Trabajo. No. Acá. Trabajo. Sí.
Hombre 2: ¿Acá trabajo?
Extranjero: Albania. Trabajo. No. Acá. Trabajo. Sí.
Hombre 1: ¿Pero cómo puede ser que a este tipo le den trabajo acá?
Rubia: ¿Y por qué no?
Hombre 1: ¡Pero mirá lo idiota que es! ¡Y cómo está vestido!
Rubia: ¡Si está muy bien vestido!
Hombre 2: Sí. Pero debe ser lo único decente que se puso en años.
Rubia (al extranjero): Y dígame señor, ¿a quién busca?
El extranjero mira a la rubia. Se acuerda de algo, busca un papel en su bolsillo, lo encuentra y se lo da a la rubia.
Rubia (leyendo el papel): Manzanares 52. Primero “E”.
Hombre 1: ¡Pero si es esta dirección!
Hombre 2: Debe ser un inquilino nuevo.
Hombre 3: Justo acá nos viene a tocar un extranjero. Y encima uno como éste.
Morocha (al extranjero): Es por allá. Señor.
Silencio. El extranjero la mira.
Morocha (señalando): Por allá.
El extranjero se queda en silencio, mirando a la morocha. No se mueve.
Hombre 1 (gritando y señalando al mismo lugar que la morocha): ¡Le dijo que es por allá!
El extranjero mira al hombre 1, toma su valija y se va en la dirección que le indicaban.
Hombre 2:¡Que asco de tipo!
Hombre 1: ¡Qué mierda de extranjero más insoportable!
Hombre 3: Y justo tenía que venir a caer acá.
Morocha (a Gunda, en voz baja): Tiene algo... un no sé qué... que me gusta mucho.
Gunda: ¿Quién? ¿Ese albanés?
Morocha: Sí. Ya sé lo que es. Cuando te habla te mira siempre directo a los ojos. Sin pestañear.
Silencio.
Escena 7: gunda, extranjero.
gunda y el extranjero caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. gunda camina agarrando del brazo al extranjero. Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío.
Gunda: Lindo, ¿no?... Lindo...
Silencio.
Gunda: ...Muy lindo...
Silencio.
Gunda: ...Todo esto.
Silencio. El extranjero la mira.
Gunda: A veces quisiera poder tener pesadillas...
Silencio.
Gunda: ...para tener algo en que pensar.
Silencio. El extranjero saca un cigarrillo y un encendedor de un bolsillo interior de su saco, lo enciende y fuma muy lentamente.
Gunda: ...Quisiera que todas las cosas que conozco desaparecieran...
Silencio.
Gunda: ...Quisiera poder envejecer en paz...
Silencio. El extranjero fuma y la mira.
Gunda: ...No... no quisiera envejecer...
Silencio.
Gunda: ...nunca...
Silencio. gunda deja de caminar. Mira al extranjero.
Gunda: ¿Cómo te llamás?
Silencio.
Escena 8: gunda, hombre 3.
Departamento de gunda. gunda y el hombre 3 están sentados en dos sillas, en completo silencio. Con la vista fija en la pared. Además de las sillas hay, enfrente de ellos, una mesita ratona. Las paredes son completamente blancas.
Gunda: ¿Tenés plata?
Hombre 3: Sí. Yo puedo pagar. Trabajo. Tengo mi sueldo.
Gunda (señalando la mesa): Dejálos ahí.
Silencio. El hombre 3 saca su billetera de uno de los bolsillos de su pantalón. Toma varios billetes de la billetera, los cuenta y los deja sobre la mesita ratona.
Silencio.
gunda mira hacia donde está el dinero, en la mesita ratona.
Silencio.
Gunda: Pienso en él sólo como si fuera un regalo.
Silencio.
Escena 9: morocha, hombre 2.
La morocha y el hombre 2 caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta.
La morocha camina agarrada del brazo del hombre 2.
Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío.
Morocha: ¿Qué vamos a hacer?
Silencio. El hombre 2 la mira.
Morocha: ¡Te pregunté qué vamos a hacer!
Hombre 2: Querrás decir qué vas a hacer.
Morocha: Hijo de puta.
Hombre 2: Tenerlo no es una posibilidad.
Morocha: Basura.
Hombre 2: Pero eso no me corresponde decirlo a mí.
Morocha: ¿Qué querés decir, cerdo?
Hombre 2: Porque es prácticamente imposible que yo haya tenido algo que ver con eso.
Morocha: ¿Y quién tuvo que ver si no?
Hombre 2: No sé. Ese extranjero. Te vieron con él.
Morocha: No estuve con él. No me pueden haber visto.
Hombre 2: Sin embargo te vieron.
Morocha: ¿Quién?
Silencio. El hombre 2 se frena y la mira.
Morocha: ¿Quién me vio?
Silencio. El hombre 2 saca un cigarrillo del bolsillo interior de su saco, lo enciende y comienza a fumarlo, muy lentamente.
Morocha: ¡Te pregunté quién me vio!
Hombre 2: Gunda.
Silencio.
Pausa.
Morocha: Es cierto. Tenés razón. Tenerlo no es ni siquiera una opción.
Silencio.
Morocha: ¿Me vas a ayudar?
Hombre 2: ¿A qué?
Silencio. La morocha lo mira mientras él continúa fumando.
Hombre 2: Te voy a ayudar.
Morocha: ¿Cómo?
Hombre 2: Te voy a pegar bien fuerte en la panza.
Morocha: ¿Y eso no me va a doler mucho?
Hombre 2: Sí. Un poco. No mucho. Al principio.
Silencio.
Morocha: ¿Pero qué voy a hacer si no funciona?
Hombre 2: Si eso no da resultado, te voy a tirar al río.
Morocha: ¿Y eso sí va a funcionar?
Hombre 2: No hay manera de que no funcione.
Morocha: ¿Pero no es un poco... peligroso?
Hombre 2: ¿Peligroso para vos?
Morocha: Sí.
Hombre 2: No. Para vos no.
Morocha: Ah. Está bien. Entonces me quedo tranquila.
Silencio.
Escena 10: hombre 1, hombre 2, hombre 3, extranjero.
El hombre 1, el hombre 2 y el hombre 3 están apoyados sobre una baranda, en el medio de una calle vacía. A la tarde. El hombre 1 fuma, el hombre 2 se rasca la cabeza con fuerza, el hombre 3 mira al piso.
Silencio.
Entra el extranjero.
Silencio.
El hombre 1 deja de fumar. Mira al extranjero. El hombre 2 y el 3 también dejan de hacer lo que estaban haciendo para mirar al extranjero. Éste a su vez les devuelve la mirada.
Silencio.
Los hombres 1, 2 y 3 se miran entre sí.
El extranjero comienza a caminar. El hombre 3, con un movimiento brusco, le corta el paso. Los hombres 1 y 2 se abalanzan sobre el extranjero y lo agarran de los brazos. El hombre 3 se suma a ellos, pegándole al extranjero en el estómago varias veces.
El extranjero cae al piso. Grita. Los hombres 1 y 2 se agachan para seguir pegándole con más fuerza. El hombre 3, desde arriba, lo patea con fuerza. A veces le da en el estómago y otras en la cara. El extranjero se cubre como puede. Sangra.
Silencio.
Escena 11: morocha, extranjero.
La morocha y el extranjero caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La morocha se mueve con mucha dificultad, agarrándose del brazo del extranjero. Éste también camina con dificultad. Tienen la mirada fija, perdida en el vacío. Ambos están llenos de moretones, de cicatrices y de sangre seca.
Extranjero: Acá. Frío. Feo.
Silencio.
Extranjero: Acá. Frío. Feo. Albania no.
Silencio.
Extranjero: Albania linda.
Silencio. La morocha saca un cigarrillo con mucha dificultad y trata de agarrarlo torpemente con sus dedos, pero no puede. Se le cae al piso. Sus manos tiemblan.
Extranjero: Albania linda.
Silencio.
Extranjero: Acá feo.
Silencio.
Extranjero: Acá gente mala.
Silencio.
Extranjero: Albania gente buena.
Silencio.
Extranjero: Acá duele.
Silencio.
Extranjero: Albania no duele. Albania gente buena.
Silencio. La morocha lo mira.
Morocha: ¿Me vas a llevar a Albania?
Silencio.
Escena 12: rubia, gunda.
La rubia y gunda, apoyadas sobre una baranda. En una calle vacía. A la siesta. La rubia fuma un cigarrillo muy lentamente. gunda se maquilla, mientras se mira a un espejo de mano.
Gunda: Sí. Sí. Fue horrible. La verdad que fue horrible.
Rubia: ¿Pero quién te contó como fue?
Gunda: Nadie.
Rubia: ¿Cómo nadie?
Gunda: Lo vi yo.
Rubia: Ah.
Silencio.
Rubia: No entiendo muy bien. ¿Qué le hizo primero? ¿La tiró al río o le pegó en la panza?
Gunda: Le pegó en la panza.
Rubia: ¿Y dio resultado?
Gunda: No.
Silencio.
Rubia: Entonces la tiró al río por eso. Para ver si funcionaba.
Gunda: Sí.
Rubia: ¿Y funcionó?
Gunda: No.
Silencio.
Rubia: ¿Pero le pasó algo?
Gunda: Sí. Ella quedó muy maltrecha. Y se enojó con él.
Rubia: Claro. Porque la tiró al río.
Gunda: No. Porque ninguno de los dos métodos dieron resultado.
Silencio.
Escena 13: hombre 1, hombre 2.
Los hombres 1 y 2 caminan por una calle semidesierta, a la hora del almuerzo. Ambos fuman.
Hombre 2: ¿Le paga?
Hombre 1: Sí.
Hombre 2: ¿En serio?
Hombre 1: Sí.
Hombre 2: ¿Cuánto?
Hombre 1: Ah, no. Tanto no sé.
Hombre 2: ¿Cada cuánto lo hacen?
Hombre 1: Cada vez que él cobra su sueldo.
Hombre 2: ¿Y hace mucho que pasa esto?
Hombre 1: Hace un tiempo.
Silencio.
Hombre 2: Qué raro, ¿no?
Hombre 1: ¿Por qué?
Hombre 2: Siempre pensé que tu mujer o la mía podían cobrar por hacerlo. Digo... las dos son muy atractivas físicamente.
Hombre 1: Sí. Es cierto.
Hombre 2: ¡Pero que Gunda cobre por hacerlo!...
Hombre 1: ¿Qué?
Hombre 2: Eso jamás me lo podría haber imaginado.
Hombre 1: ¿Por?
Hombre 2: Bueno, es que ella no es muy agraciada que digamos. Es fea.
Hombre 1: Seguro que por eso mismo tiene que cobrarle a él.
Hombre 2: Claro, porque si no le cobrara a él, quizás jamás se le presentaría ninguna oportunidad para hacerlo.
Hombre 1: Además no te olvides que juega con su desesperación.
Hombre 2: Claro.
Silencio. Los dos siguen fumando. Pausa.
Hombre 2: ¿Creés que Gunda nos cobraría a nosotros dos?
Silencio. El Hombre 1 mira al 2.
Hombre 2: Quiero decir... si se nos ocurriera ir...
Silencio.
Hombre 1: No sé.
Hombre 2: ¿Pero qué te parece?
Silencio. El Hombre 1 mira primero al Hombre 2 y luego a sí mismo.
Hombre 1 (con amargura): Creo que sí. Creo que nos cobraría.
Silencio.
Pausa.
Hombre 2 (dudando): ¿Y... y creés que le cobraría a él?
Hombre 1: ¿A quién?
Hombre 2: A él. A ese extranjero.
Hombre 1 (con mucha amargura): No. A ése seguro que no.
Silencio.
Escena 14: rubia, morocha, gunda, hombre1, hombre 2, hombre 3, extranjero.
Todos ellos están apoyados sobre una baranda, en el medio de una calle vacía, al atardecer, inmóviles.
La rubia toma del brazo al hombre 1. La morocha hace lo mismo con el hombre 2. gunda y el hombre 3 ni se miran.
Silencio.
Entra el extranjero, vestido de traje. Se detiene. Fuma.
Silencio.
FIN